viernes, 2 de marzo de 2018

Descendiendo y haciendo morada

No es que exista alguna conexión mística, algún asunto mágico entre un árbol y los humanos. Tampoco se trata de un "amuleto de la suerte" que lleve o traiga felicidad a nuestras vidas si lo adoramos o reverenciamos. No. Hablamos de un acontecimiento, como en otros lugares, en la vida de un hombre y su Dios. Hablamos de Abraham. Un hombre que, habiendo sido llamado para salir de su tierra y parentela obedece a ese Dios sin vacilar. (Gen.12:1).

Ese hombre había tenido distintos encuentros o dicho de otro modo, Dios se le había aparecido en distintas ocasiones con un propósito. Sabemos lo que ocurre en aquél árbol por el relato:

"Y el Señor se le apareció en el encinar de Mamre, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda en el calor del día" (Gen. 18:1). 


Algunos han opinado que este árbol era semejante al Líbano, donde Ezequiel hace referencia poéticamente a Asiria como "un cedro en el Líbano, de hermosas ramas y frondoso, de sombra abundante y de elevada estatura y su copa estaba entre las nubes" (Ezeq.31:3). Luego Isaías hace otra referencia tocante a Israel "La gloria del Líbano vendrá a ti, el ciprés, el olmo y el boj a una, para hermosear el lugar de mi santuario; y yo haré glorioso el lugar de mis pies" (Is.60:13).  De cierto que no había nada especial en el árbol, aparte de su descripción y su hermosura, lo que lo hace especial es la aparición del Señor y la pregunta del millón es ¿Por qué en ese árbol, en el encinar de Mamre y no en otra clase de "mata"? Cuando leemos en las Escrituras nos daremos cuenta que antes de que Abraham mudara su tienda junto al árbol (Gen.13:18) se produjo una separación entre Lot que era su sobrino y el mismo Abraham (Gen 13:5). Una separación por los bienes que eran tantos y que no pudieron permanecer juntos debido a los constantes pleitos entre sus pastores y los de Lot. Abraham, percatándose de la situación fue humilde al ofrecerle a su sobrino que escoja la tierra que mejor le pareciera (Gen. 13:9).

Y es aquí donde se pone interensate. Abraham no le interesaba escoger una tierra o llanura hermosa, como así observó Lot, no le llamaba la atención llevar sus ganados y riqueza para multiplicarlas, le interesaba seguir al Señor independientemente sus circunstancias y es allí donde el Señor le habla y le confirma la promesa hecha en (Gen.12). Es evidente que este hombre tenía una relación con su Dios, ya que él no argumentó o peleó con su sobrino para escoger la tierra más hermosa o la más fructífera. Continuó su camino. De de la misma manera, Dios no argumentó con su creación en cuál o en qué árbol posarse para manifestar su presencia. Abraham había construido un altar junto al árbol luego de haberse mudado para adorar a su Dios (Gen.13:18) y vemos luego como en Gen.18 Dios se le aparece mientras él estaba sentado de cara a la salida de su tienda, en el calor del día.

Aplatanando esta enseñanza y bajarla a nuestra realidad, nos deja mucho que desear. Muchas veces preferimos la llanura del Jordán, las delicias de la vida, lo que ven nuestros ojos y deseamos a diario para no tener que lidiar con la realidad interna de nuestras miserias espirituales o pecados. Usualmente, son las cosas externas que llaman constantemente nuestra atención. Me llamó la atención escribir sobre el encinar de Mamre, sin embargo, lo glorioso no estaba en el árbol, en su hermosura y lo vasto para dar sombras sino quién estuvo descendiendo y haciendo morada detrás del árbol. Somos como Lot que preferimos lidiar y resolver con nuestras situaciones externas: Una mejor casa, mejor carro, mejor empleo, mejor calidad de vida, un cambio de país, destino etc y sacrificamos hasta los valores morales para correr detrás de ello, ídolos que no tienen vida, objetos inanimados e ignoramos que todo ello será quemado, como también le sucedió a Lot que tuvo que sufrir la vergüenza de salir de aquella ciudad corrompida y dejarlo todo. Ignoramos que quien dio su vida en la cruz del calvario fue a preparar moradas eternas para nosotros y que no sigue colgado o aferrado en aquella cruz sino que ha resucitado. El desea que seamos una clase de encinar, pero ahora llevando muchos frutos. Ya no será un Dios que descienda de vez en cuando para hablarnos, sino que ha descendido a través de su Hijo para estar con nosotros para siempre a través de la persona de su Espíritu Santo y nos ha dejado la Biblia para hablar con Él todos los días de nuestras vidas.

¿De que nos sirve ser como el encinar de Mamre, árbol frondoso y hermoso si al final no carga con ningún fruto? ¿De qué nos sirve escoger lo material cuando todo ello será quemado y reducido a cenizas?

Mientras tanto, hay muchos encinares que caminan hoy relucientes en su belleza y su propia hermosura y no saben que un día también serán cortados para ser quemados de no arrepentirse y volverse a Dios por medio de Jesucristo que es vasto en salvar y perdonar.




Descendiendo y haciendo morada

No es que exista alguna conexión mística, algún asunto mágico entre un árbol y los humanos. Tampoco se trata de un "amuleto de la sue...